23/12/10

Para que no llueva sobre mojado: El Diluvio Universal de Guillermo Barquero


Hace un año que fue publicada la primera novela de Guillermo Barquero, El Diluvio Universal, por la Editorial Perro Azul.

Desafortunadamente pienso, se han dicho cosas equivocadas sobre ella: "difícil", "hermética", "postmoderna", blablabla. Digo desafortunadamente, pues siento que es el tipo de cosas que se dicen cuando no se tiene nada que decir. Y estamos seguros que hay mucho que decir sobre esta primera novela de Barquero y especialmente que nos sirve también como contrapunto para plantearnos diversas cuestiones sobre la producción narrativa actual costarricense.

Como siempre, las primeras impresiones que siempre hacemos de una lectura es la de relacionarlas con otras lecturas, para mi es inevitable comparar al protagonista de El Diluvio Universal el Dr. Martínez con el viejo e impasible Coronel de "El Coronel no tiene quién le escriba" de Márquez, su obstinada y dogmática travesía postal y cotidiana de esperar lo imposible, o bien con el Larsen de "El Astillero" de Onetti, que sabe representar su propia farsa con toda la dignidad y seriedad del mundo. El Dr. Martínez en este caso, no es extraño sin patria, pertenece a esa vieja tradición literaria de anti-héroes cosechados en Latinoamérica, son héroes que sin esperanza sólo viven por una dignidad y unos códigos personales que viven y mueren con ellos.

Pero volviendo a los relamidos argumentos sobre lo "difícil y hermética" que resulta leer El Diluvio Universal, pienso que se trata más bien de un viejo mal entendido que me recuerda un chiste sobre un tipo que le dan a leer la guía telefónica diciéndole que es una obra de teatro, cuando termina de leer y le preguntan por su opinión responde: muchos personajes y poca acción. Y suele pasar, si no sabes en qué clave vas a tocar, seguramente toda la orquesta sonará mal, el lector de alguna manera debería saber a que va, y con decirle que El Diluvio Universal es "difícil, hermético, postmoderno" la verdad que no le están diciendo nada, ni invitan o desafían al lector y mucho menos le hacen justicia a la obra y su autor.

Digamos que El Diluvio Universal está escrito en su propia clave, es como esos ríos de la vertiente atlántica, densos, hondos y caudalosos, que cuando los contemplamos en su superficie parecen pétreos e inmóviles, pero que fluyen, oscuros y colmados arrastrando sedimentos, cuando el lector no está preparado para navegarlo podría tener la rara impresión de que "no pasa nada", "este tipo no hace nada" y eso está bien si es un lector habituado a leer novelas donde un niño huérfano criado por sus malvados tíos es iniciado en el mundo de la hechicería... o quizás novelas sobre un crimen enigmático, unas reliquias perdidas, una organización secreta y un sabueso sabelotodo que puede desentrañar los móviles y desenmascarar a los culpables; quien lea de esta manera El Diluvio Universal quedará defraudado, pues esta novela pertenece a otro modo y otra tradición.

Cuando se leen los títulos de los capítulos en El Diluvio Universal encontramos la primera clave, se trata de pequeñas síntesis que nos dicen todo lo que va a ocurrir, muy a la manera de las viejas novelas de caballería y que la literatura del siglo de oro español encabezada por El Quijote utilizan, no hay sorpresas ni cartas bajo la mesa, todo está dicho en el título; entonces ¿A qué vamos sobre el texto? pues a una dilatada representación, pero esta vez no a los hechos, ni a las situaciones, no hay ninguna anécdota que narrar, pues El Diluvio Universal es también un ejercicio narrativo que pone su énfasis en las cavidades anímicas del instante, fija la acción, la petrifica por completo para contemplar el instante, chupar de él como de un hueso la sustancia afectiva y existencial, igual que aquellos maestros del cuento, Efrén Hernández en México ó FilisbertoHernández en Uruguay (Ninguno desafortunadamente es familia mía) donde la fijación de la acción permitía examinar la situación como quien contempla un cuadro, una fotografía, y  de eso se trata precisamente El Diluvio Universal, de cuadros y escenarios, de no mirar al vuelo ni de reojo, sino de explorar hasta sus últimas consecuencias el diminuto instante que contiene todos los siglos y toda la vida.

Por ello, no se trata de un ejercicio retórico, ni de una circularidad ingenua por parte del autor, al contrario, El Diluvio Universal es una de las novelas más pretenciosas y más arriesgadas de la última década en nuestra narrativa. Es pretenciosa  y arriesgada porque de antemano sabe a lo que se enfrenta, no es complaciente con el lector, al contrario exige de este una complicidad total, es decir, aceptar unas reglas a priori, que ésta novela es un ejercicio de contemplación y fijación de la totalidad, donde el tiempo es una arbitrariedad y que una vez aceptadas estas reglas, es dentro de estas que debe ser valorada y no con otras.

Sabemos que Barquero sabe de antemano que su novela no será un "best-sellers", no por el ascetismo de su protagonista (el existencialismo francés está plagado de alimañas peores) o por ese ejercicio obstinado y arduo de construir una historia no desde una estructura y un andamiaje reconocible, sino desde sus vísceras y átomos, y esto exige una lucidez por parte del autor desde la primera página hasta la última y que en este sentido es perfectamente constatable por parte de Barquero.

Poniéndonos en su lugar, podemos imaginar las tentaciones que el autor tuvo que superar, los guiños, las anécdotas, los juegos que debió sacrificar para lograr una novela fiel y homogénea con su propósito, esta novela que acude fríamente a la absoluta mediocridad de la felicidad pequeñoburguesa mientras cae la lluvia.

Ya los lectores están advertidos, y deberán invertir tanto como el autor invirtió en escribirlo, de lo contrario Harry Potter y El Código DaVinci están en cualquier caja de cualquier supermercado.

Otras reseñas sobre la novela de Guillermo Barquero:

Guillermo Barquero y el Diluvio Universal de Danny Brenes
El Diluvio Universal de Guillermo Barquero por Rodrigo Soto


Germán Hernández


15/12/10

Y Viceversa



Para Byron Espinoza.



- Para ser sincero, la primera vez que entró aquí tuve ganas de sacarlo, sabía a lo que venía, pero no sabía cómo era posible que con esa pinta lo hubieran dejado entrar a una librería y menos cómo hizo para esconderse el primer tomo de la trilogía Milenium y salir sin que lo pescaran.
- Diay, hay gente para todo.
- Y eso no es nada, antes un roco me había encargado todos los libros de Vargas Llosa, pero eso sí, que todos tuvieran en la portada la etiqueta que dijera: “Premio Nobel de Literatura 2010”, para que vea...
- ¿Está loco?
- Espérese, le expliqué que eso era imposible, que todavía no se habían reimpreso todas las novelas de ese mae, que apenas había pasado una semana de lo del premio, que para que llegaran a la compra venta tenía que esperarse como un año.
- Que varas de mae, pero no terminaste de contar lo del piedrero.
- Sí, sí, el mae entra con esa pinta que usted ya se imagina y me pone el libro sobre el mostrador y me pregunta -  ¿Cuánto me hecha? – viera mae, el libro venía nuevo, en el forro plástico, ni el precio le había quitado, y usted me conoce, no me gusta darme color, y le dije cortante: Aquí no compramos libros robados.
- ¿Así nada más?
- Sí, dio media vuelta y salió con el libro bajo el brazo sin decir nada. 
- Mae, ¿Pero cuántos libros robados nuevos no vienen a parar aquí? No hay que ser así, el mae lo que andaba buscando era una ayudita para el vicio.
- ¡Claro!, ¿Y luego cómo me lo saco de aquí viniendo todos los días con un libro nuevo?
- Diay, no sé…
- Porque a los tres días volvió.
- ¿Sí?
- Claro, con el mismo libro.
- ¿No le creo?
- Para que vea, pero algo había cambiado, el libro venía sin el plástico, sin el precio… y con el lomo abierto, algunas puntas dobladas, y esa huella sucia de los pulgares en el corte delantero de las páginas y me dice otra vez - ¿Cuánto me hecha?
- ¿Pero cómo? – Le pregunto
- Diay, ya no está nuevo, ya me lo leí.
- Sí mae, viera que cagada de risa, y el mae todo serio viéndome, entonces para sacármelo de encima le digo: dos rojos es lo que le puedo dar
- Está bien – me dice, se los di y jaló.
- Según el mae lo había leído.
- Yo pienso que sí
- ¿Cómo?
- Cuándo me llegó a la semana siguiente con el segundo tomo de la trilogía.
- ¿Volvío?
- Claro, y vino diciéndome que el segundo no le había gustado tanto como el primero, que en la segunda Mikael Blomkvist no lo convencía tanto, que habían muchas cosas inverosímiles en la novela...
- Jueputa!, hasta crítico literario te salió el piedrero.
- Sí mae, y lo más curioso, el libro venía igual que el primero, y esa mancha de los pulgares sucios, como tiznado, yo creo que sí lo había leído, tenía que ser…
- Y en qué paró la cosa…
- Me pregunta - ¿Dos rojos verdad? – Y se los dí.
- Por lo menos la piedra le estaba dejando algo bueno…
- Sí, ¿Quién dice que la literatura no cambia el mundo?
- Y qué, volvió con el tercer tomo?
- ¿Usted que cree?
- Diay… que sí
- Claro, la semana siguiente, entró con el libro abrazado, como hacen las colegialas con sus cuadernos, lo viera, tenía los ojos llenos de lágrimas, me puso el libro en el mostrador y me dijo – Este es el mejor de los tres, me lo leería otra vez, pero usté sabe… - Saqué los dos rojos y en eso se me ocurre.
- ¿Qué cosa?
- Lo de Vargas Llosa
- ¿Y qué?
- Lo del roco que me los había encargado, y le pregunto al mae si ha leído a Vargas Llosa
- ¿Y qué?
- Se me ataca a llorar.
- No joda mae
- Sí, y se pone a contarme, que había leído la Tía Julia y el Escribidor, que había sido hacía años, cuando no andaba en vicios ni en la calle
- ¿Entonces?
- Le dije que recordar es volver a vivir como dicen en la radio y que me los consiguiera pero eso sí, con la etiqueta de premio nobel de literatura
- ¿Y te los consiguió?
- En un mes ya se los había leído todos.
- Mae no se lo puedo creer…
- Créalo, hasta dos libros de ensayos
- Increíble mae.
- Diay, si tragaba piedra podía tragar cualquier cosa.
- ¿Como qué?
- Diay, seguí con los encargos, ese máe se leyó a Foucauld, Emanuel Freeman, Eco, Raymundo Chávez…
- Ya no lo dejabas ni respirar.
- La piedra es lo que no lo dejaba, entre más era la adicción más leía, llegaba tempranito en las mañanas apenas abriendo y me preguntaba que si había algún encargo, un día le dije que no
- Seguro se puso que se lo llevaba puta
- Viera que no mae, era un mae tranquilo, sumiso, miraba el suelo, salía calladito y al día siguiente me llegaba con algo nuevo, que ni le había encargado, y uno de esos días me llega con la poesía completa de César Vallejo y me le quedo viendo y le digo, vea mae, la poesía no se vende – y se me pone en guardia – 
- ¿Cómo que la poesía no se vende, y por qué estaban vendiendo a este mae en la Universal?
- Bueno, sí, pero es una pega, a casi nadie le gusta comprar poesía…
- Pero ese mae es arrechísimo.
- Yo sé, yo sé, pero diay
- Mae, no sea así, écheme algo.
- Pero no gano nada.
- Porfa mae, aunque sea para una piedra.
- Con una condición.
- ¿Cuál?
- No me traiga más poesía.
- Juega el gallo – Y salió con las cinco tejillas que le di en menudo para una piedra.
- O sea, que el mae se te estaba volviendo una pega.
- Que va, apenas estaba comenzando, viera después con las varas que me llegaba…
- Puros güesos
- A veces me traía varas que se podían vender, pero ya al final me traía clásicos
- ¿En serio?
- Me va llegando un día con la Ilíada.
- No.
- ¿Mae pero estas varas no se venden, no ve que tengo como cinco pudriéndose allá en el librero del fondo?
- Pero usted no sabe lo que me costó leerme este.
- Pero esas varas no sirven.
- Hasta me robé un diccionario de mitología para poder terminarlo.
- ¿Qué?
- Si, véalo.
- Le recibí los dos por el precio de una piedra.
- Que varas las suyas mae, ya te estabas aflojando con el grifo.
- Es que no me caía mal, pero es cierto, y la verdad que en cualquier momento lo cogían y bueno, no sé, un día le dije, ¿Diay mae, con todo lo que usted ha leído y no va a dejar esa vara?
- ¿Y qué te dijo?
- Diay, si dejo la piedra, no vuelvo a leer, ¿para qué?
- Muy ceñido.
- Ceñido aquel roco de las novelas de Vargas Llosa
- ¿Por qué?
- Me cae un día con que resulta que quiere las obras completas de Edgar Allan Poe pero que digan Edición del Bicentenario del Nacimiento.
- ¿A por derecho?
- A por derecho.
- Y mi piedrero que no aparece esa semana y yo sin saber qué decirle al roco
- ¿Ve?, cuando más se necesitan…
- No, pero a la semana siguiente volvió
- Que salvada
- Nada que ver, no sé que le había pasado pero venía cambiado, le solté los dos rojos de siempre por un mamotreto nuevo de Dan Brown y le dije lo del nuevo encargo
- ¿El de Poe?
- Sí, ¿Y sábe con qué me salió?
- ¿Con que?
- Yo ya conozco a ese mae, un grifo bravo…
- Sí, algo así
- Ya tengo visto el libro que usté quiere
- ¿Cuando me lo trae?
- Mmmm – se puso a pensar viendo para el techo y me vuelve a ver…
- Se lo tengo aquí pasado mañana.
- Excelente.
- Pero eso sí, le va a costar cuatro rojitos
- ¿Con que matoncito el piedrero?
- Imaginate, se me estaba poniendo exigente el malparido.
- ¿Y qué hiciste?
- Le dije, haga lo que quiera, no dijo nada y jaló.
- Ni modo mae, la vara no podía durar para siempre.
- Suave, ahí no termina la vaina.
- ¿Volvió?
- Para que vea… a los dos días.
- La que es puta vuelve.
- Espere, llega el mae con el libro, como todos los otros, devorado, bien leído de tapa a tapa…
- ¿Me va a echar los cuatro rojitos?
- Vea mae, usted se me está poniendo muy matoncito y debería agradecer.
- ¿No se los diste verdad?
- ¿Los cuatro rojos?
- ¿Si?
- Diay mae, qué iba hacer, ya le había dicho al otro roco que le tenía el libro, y había quedado de pasar por la tarde.
- Te fregó el otro carepicha.
- Pues sí, pero entonces cuando saqué la harina y se la puse sobre el mostrador el otro me responde:
- Y sí, le agradezco mucho, el otro día estaba pensando en lo que me dijo.
- ¿Y qué le dije?
- Esa vara sobre leer y fumar piedra.
- ¿Y…?
- Que usté tiene razón, sabe para qué son estos cuatro rojos? - Me preguntó mientras los hacía un puño metiéndoselos en la bolsa del pantalón – Son para comprarme el Quijote de la Mancha, eso sí, nada de piedra, esa vara me está cocinando el cerebro, ¿ya la vio?


Germán Hernández


10/12/10

No me mueve, mi Dios para quererte


No me mueve, mi Dios para quererte
el cielo que me tienes prometido,
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.

Tu me mueves, Señor, múeveme el verte
clavado en esa cruz y escarnecido;
muéveme el ver tu cuerpo tan herido:
muévenme tus afrentas y tu muerte.

Muévesme al tu amor en tal manera
que, aunque no hubiera cielo, yo te amara,
y, aunque no hubiera infierno, te temiera.

No me tienes que dar porque te quiera;
que, aunque cuanto espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera.


Este es quizás el soneto de carácter místico-religioso más conocido de la literatura en español y el periodo renacentista. Curiosamente es anónimo (aunque no tanto) y se le ha atribuido a diversos autores: Santa Teresa, San Francisco Javier y San Ignacio de Loyola, aunque sospecho que no es de ninguno de ellos, el contenido teológico del poema va a contrapelo del rígido orden religioso eclesiástico del siglo XV; siento en su lugar que dicho poema tiene un contenido más laico y reflexivo, más acorde con el espíritu reformista que ya se comenzaba a manifestar en Europa, comenzando con Erasmo (aunque fallido) y culminando con Lutero.


Pero examinemos el soneto. Perfectamente construido con versos endecasílabos (11 versos) y rima perfecta (abab-abab-cdc-cdc) escaso en adjetivación y muy rítmico gracias a la reiteración de mueve.


Ese moverse es núcleo de sentido en el poema, y establece una serie de oposiciones. El poema comienza por decir lo que no mueve:


No me mueve, mi Dios para quererte
el cielo que me tienes prometido,
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.

No le mueve el cielo ni el infierno, la economía tradicional de la salvación no es suficiente para el autor, ni la promesa eterna del cielo, ni el temible castigo del infierno son disuasivos. Esa economía de la salvación se encontraba en una situación muy especial durante el siglo XV, la Iglesia de Roma imponía una tremenda carga para la gente, la gratuidad de la salvación estaba ausente, el perdón de los pecados debía comprarse mediante indulgencias, quienes tenían los medios económicos podían comprar miles de años de indulgencias para salir más pronto del Purgatorio; quienes no contaban con esos medios económicos, podían luchar en las guerras y cruzadas que la Santa Iglesia libraba contra los infieles. En todo caso, el perdón, la salvación y el tiempo dentro y fuera del purgatorio, eran mercancías que se transaban y negociaban con capital o trabajo como cualquier otra, con el objetivo de alcanzar el Cielo prometido, no ir al Infierno temido y permanecer el menor tiempo posible en el Purgatorio. A nuestro autor no le interesan las promesas y amenazas.

Tu me mueves, Señor, múeveme el verte
clavado en esa cruz y escarnecido;
muéveme el ver tu cuerpo tan herido:
muévenme tus afrentas y tu muerte.

 En el segundo cuarteto el autor nos muestra su intención y motivación para moverse: Jesucristo. Parecería obvio y axiomático decir que el centro del Cristianismo es Jesucristo, pero cuando la motivación está precedida por el control y sostenida por el miedo y la recompensa dicho centro podría perderse. De esta manera el autor parece afirmarse en lo más esencial de su fe que es Jesucristo y restituye lo más esencial de esta.


Y pone el acento en la Cruz, la afrenta y la muerte, el acto sacrificial de Jesucristo que otorga la gracia, el perdón de los pecados y una nueva relación con Dios. 

Muévesme al tu amor en tal manera
que, aunque no hubiera cielo, yo te amara,
y, aunque no hubiera infierno, te temiera.


No me tienes que dar porque te quiera;
que, aunque cuanto espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera.

En los tercetos queda claro hacia dónde es movido el autor, se mueve hacia el amor quedando de lado el miedo y la recompenza, la compra del perdón y la sumisa obediencia. El amor y el temor sin cielo y sin infierno se resignifican, el amor no será una motivación interesada, sino una actitud, un seguimiento; por su lado el temor no será el sumiso sometimiento a unas autoridades e instituciones, sino una actitud ante lo incomprensible e inefable.


Este bello soneto, es pues una desafiante declaración ante las instituciones religiosas de su época, y una vuelta hacia la teología más esencial del Cristianismo cuya base está en la gratuidad salvífica y no en las relaciones de compra y venta, de control y recompenza. Y con esto, sin duda también salen muy mal paradas muchas teologías cristianas contemporáneas que ponen su énfasis en la retribución material e interesada de Dios como constatación de su bendición, me refiero a esas teologías de la abundancia, donde un Dios vanidoso concede beneficios económicos y materiales a quienes le adoran con ofrendas económicas.

Germán Hernández



16/11/10

Parábola de la Putica Fina





Había una vez una putica fina muy linda y chiquitica, que tenía un cliente a quien chuleaba todo el tiempo pidiéndole regalitos y atenciones. Al chulo no le importaba, porque tenía plata, y le encantaba andar con su putica fina colgando del brazo todo el tiempo para exhibirla.

Un buen día, la putica fina conoció al papá de su chulo, y viendo que era más grande y que tenía más plata, se puso bien coqueta y sometida para que el papá fuera su nuevo chulo. Y lo logró y mandó a la mierda al hijo.

Pero la putica fina tenía un dilema, y se lo contó a su nuevo chulo:

- Fijate que tengo un hijo.
- ¿Y cuál es el problema?
- Pues que mi hijo estaba muy encariñado con el tuyo, porque le daba regalillos de vez en cuando.
- Muchacha, por eso no hay problema, yo le compro una bola al tuyo para que juegue mejenga y seguro con eso estará contento.
- ¿Vos crees?
- Claro.

Y así lo hicieron, y en efecto el carajillo estaba de lo más contento mientras la putica fina colgaba del brazo de su nuevo chulo.


Germán Hernández



12/11/10

El Hombre de Negocios desayuna pensando en su esposa

Bodegones. Marcelo Fabio Rodolfi.


Desayuno continental:

Jugo de naranja y café con leche,
Dos tostadas y jalea de fresa,
Dos huevos fritos,
Una rebanada de Jamón

Antes de media hora vendrán a recogerme
Y apenas tendré tiempo de ir a recoger mi celular
Que olvidé al lado de la cama…


Ella podría llamar al Hotel
Y el muchacho que me sirvió el desayuno
Vendría diligente con un teléfono en la bandeja
Para servirme su voz anhelante
Su oído alerta

Si me apurara en terminar
Y en lavarme los dientes y ponerme el saco
Quizás alcanzaría para pedir perdón
Antes que lleguen por mí, antes del agua de colonia…

Pero no es necesario pedir perdón - ahora que tengo tiempo -
pero como desconfío de mi:

perdón por las palabras que me creí
cuando celebraba los discursos odiosos
porque tu única dignidad consiste en sentirte mi Señora
perdóname por dejarte sola mientras sollozabas en la sala
y los gatos murmuraban canciones hermosas
como la madrugada de los peces

perdóname por todas las veces que dije que me esperaras
-te mentía, y sabías que te mentía-
¡qué horroroso es mentir cuando sabes la verdad de mis mentiras!

Y las gracias también:

gracias por sonreír cuando te prometo un fin de semana feliz
gracias por gobernar a las sirvientas y las planchadoras
gracias por soportar la sufriente soledad de mi pulgar
y la hazaña de tus piernas desoladas cuando buscan un cuerpo

porque mañana, volveré a traicionarte.


Germán Hernández





22/10/10

Historias de nunca acabar - La narrativa costarricense goza de buena salud



Historias de Nunca Acabar
Antología del Nuevo Cuento Costarricense
Editorial Costa Rica, 2009
Guillermo Barquero - Juan Murillo (Compiladores)

Con este critero temporal: escritores y escritoras nacidos entre 1965 y 1985 y que hallan publicado en los últimos 10 años, Barquero y Murillo recogen una muestra del nuevo cuento costarricense que abarca dos generaciones: La de Fin de Siglo y la del Milenio. En total son 15 autores y autoras.

Una hermosa sorpresa nos hemos llevado en esta Antología, la selección de Barquero y Murillo es vigorosa y acertada, hay textos verdaderamente magníficos y sin duda, esto constituye a dicha Antología en un portal que invita a conocer mejor los autores y autoras ahí recopilados.

En general, llama la atención en medio de la diversidad de motivaciones y temáticas de los textos seleccionados algunas constantes y motivaciones:

Cosmopolitismo. A estas alturas el asunto de la literatura "urbana" que rompe con aquél "costumbrismo pintoresco" ya está completamente superado y enterrado. Ante este, se nota una actitud cosmopolita, son numerosos los cuentos donde sus protagonistas estudian ó viven fuera de Costa Rica, en este sentido, el personaje es portador de una identidad que se incorpora, que se globaliza, todo esto ocurre con total naturalidad y apropiación.

Narrativa de Capas Medias. En efecto, los personajes son mayormente de capas medias, el espacio y las motivaciones son pequeño burguesas, o bien en tránsito socioeconómico hacia las capas medias, en todo caso, si hablamos de identidad, la identidad de los personajes es esa. Todavía están ausentes temas asociados a la exclusión social (no de marginalidad).

Herencia y Actitud. El absurdo y lo fantástico están perfectamente asimilados, hay vitalidad y verosimilitud en los cuentos. Se siente lo mejor de la narrativa de ruptura de la década de los 60, por ahí y por acá algunos guiños de Cortázar, Monterroso y otros, pero magistralmente incorporados, en este sentido sentimos que se trata de narradores poseedores de una herencia que han sabido aprovechar y por lo tanto con una actitud nada ingenua, por el contrario, con una gran intuición compositiva, aprovechando lo mejor de los recursos del género.

Ahora pasemos a reseñar en pocas líneas nuestras impresiones sobre los textos antologados:


Alí Viquez, El Francés y otras Lenguas. Perfecto ejemplo del cosmopolitismo antes indicado, un texto que elabora a partir de una situación imposible y absurda un pequeño clan, mientras los personajes masculinos van paulatinamente haciéndose periféricos, las protagonistas mujeres asumen una actitud definitoria; lo que comienza como un texto lleno de localismos y arquetipos, termina construyendo firmes singularidades y perfiles únicos, al mismo tiempo que rompe con los mandatos sociales sobre la familia, la maternidad no suprimiéndolos sino decostruyéndolos y reelaborándolos.

Mauricio Ventanas, Crustáceos. Imposible no sentir un poco cierta atmósfera rulfiana (Macario) o cortaziana (Lejana) y con todo, un texto perfectamente construido, dificil por lo que arriesga y por lo complejo de los escenarios: los crustáceos, el combate, el sanatorio, donde la visión enajenada no lo es tanto mientras el lector lo asume como subjetividad, y en este caso bellamente lograda.

Alfonso Chacón Rodríguez, Fuera de Rango. Licantropía y Londres, pero no se crea que se trata de un remake, cuando lo cierto es que aquí un poco a la manera de aquel cuento de Cortazar (No se culpe a nadie) el sujeto totalmente sucumbe a fuerzas desconocidas y misteriosas, y sabe que en la próxima parada no estará en sus manos el desenlace de lo que ocurra entre él y el desafortunado transeúnte que venga.

Heriberto Rodríguez, Liviana. Sobriamente cuando el desenlace (predecible) y la anécdota se vuelven irrelevantes, la protagonista que finalmente siente compensados todos aquellos anhelos por los que se negó así misma, tiene como primer atisbo de autoafirmación la destrucción de la fuente del bien y del mal. Vale destacar esa habilmente narración a lo "voyeur" con que Rodríguez compone el texto.

Luis Chavez, Caravana - Las Tres Divinas Personas. Igual que en su poesía, Chavez persigue el golpe psicológico, la estela de un cometa, el crater luego de la explosión, y para ello recurre con mucha sutileza, e interpela la propia vivencia y subjetividad del lector, tal es el caso de Caravana. Desafortunadamente en Las Tres Divinas Personas, sentimos que Chavez forzó un cuento a caber en la estructura y el efectismo de un título, que obligatoriamente requería un tríptico, donde el primero basta, lo demás es desechable, especialmente el último, donde no hay un dato, una situación que no conociéramos desde antes.Catalina Murillo, Una Mala Noticia. Ajuste de cuentas si se quiere, en una escena de la vida cotidiana, pero que no por cotidiana merecedora de una necesaria narración, donde Murillo nos lleva del sinismo a la culpa, de la camaradería al vacío, cuando tras una mala noticia, la rabia se cristaliza ante el fin del cuento de hadas.

Jésica Clark Cohen, Memo Personal. Un cuento magistral, donde la autora con maestría nos crea un escenario idílico y kish, y cuando ya sentimos que es insoportable e intragable toda la situación, da una vuelta de tuerca, y restaura toda la dignidad de quien no solo busca señales, sino también de quien decide sobre ellas. Un texto técnicamente impecable.

Manuel Marín Oconitrillo, Una Muerte que sí Pesa. Bucólico y mediante algunos recursos que nos recuerdan a Onetti, transcurrimos al lado de personajes que no hacen nada, solo recordar, que dicen que alguien dice, y una muchacha muerta... densidad y contención.

Marco Antonio Castro Rodríguez, Si Mataran los Juegos. Con una narrativa más tradicional, que apuesta a lo anecdótico, y se mueve al filo, Castro nos recuerda, al "Picucho" que todos en nuestra infancia tuvimos.

José Rojas Alfaro, La Ruta de los Bárbaros. Perplejidad y vértigo, en un texto que definitivamente merece mucho más que estas líneas, y se vuelve casi inaugural, por estilo, pero también arriesgadamente hermético, uno de los textos más exigentes y arduos de la antología, se sienten todavía las magulladuras...

Laura Fuentes Belgrave, Antieróticas X, XIV, XXI. Si bien formalmente Fuentes nos ofrece una prosa eficaz, sentimos que de algún modo nos predispone, y muy pronto ya tenemos las claves de las Antieróticas, primero por que el "anti" es puramente subjetivo y una elección moral y lo "erótico" presente. Creemos que hay que trabajar mejor la parodia como en el caso de la antierótica XIV.

Gustavo Adolfo Chavez, Marilyn Boyd y un Olvido Premeditado. Bellamente construido, recurriendo a todo un arsenal de recursos literarios, Marilyn Boyd es una suma narrativa y una demostración virtuosa en un texto que transcurre en un tiempo y lugares imaginarios. Pocos textos me han provocado un ansia y lectura devoradora como este.

Carlos Alvarado Quesada, En Garabito. Con un estilo lineal, una adjetivación muy particular, me temo que estoy releyendo un "Clis de Sol".

Albán Mora, El Otro Lado de la Noche. La solidez y dominio técnico de Mora son una de sus grandes fortalezas al lado de su juventud... queda claro que hay que estar atentos a un narrador que posee mil trucos y los sabe usar muy bien... a pesar de la señora Maugham.

David Eduarte
, El Encierro - Consunción. Cuando Eduarte comience a desprenderse de sus textos seguramente estaremos ante un narrador que por su estilo, es capaz de transitar lo escabroso con naturalidad, por ahora sentimos algo relamido y clisé en su trabajo, eso sí: atisbos sin ninguna duda de excelente narrador.


Historias de Nunca Acabar es a nuestro gusto un texto fundamental para aproximarse a la nueva narrativa costarricense, escritores y escritoras jóvenes, en plena producción y desarrollo nos muestran desde ahora que el cuento sigue siendo un género eficaz y exquisito (quien recorra estos textos sabe lo que digo); por lo tanto, cuando decimos nueva narrativa, no debe entenderse como una narrativa ingenua, experimental, buscando un norte y un lugar en la narrativa en general, todo lo contrario, es nueva por que está en proceso, porque son las nuevas figuras que se incorporan a la tradición narrativa, pero con absoluta propiedad y solvencia. Reiteramos lo dicho anteriormente, la Narrativa Costarricense goza de buena salud.


Para cerrar queremos señalar dos lunares en la Antología y esperamos que no se nos tome a mal:

1. Lamento que los textos antologados no indican el año de publicación y a qué colección pertenecen o bien si son inéditos. Aunque esto no es indispensable para quien quiere disfrutar de la lectura, podrían ser de mucho valor para quien quisiera hubicar los textos con respecto a sus autores, si son de su primera cosecha o bien posteriores.

2. Más lamentable, Juan Murillo y Guillermo Barquero, no se incluyeron dentro de esta antología, si bien es comprensible que como compiladores asumieran un distanciamento para su selección para evitar sospechas, recelos o que se mal interpretara como autobombo, etc... A pesar de eso, ambos son narradores, pertenecen al periodo y generación comprendida en la selección y lo más importante, son excelentes narradores que por derecho propio debieron haberse incluido en estas Historias de nunca acabar...


Germán Hernández



25/7/10

El Hombre de Negocios se despide de su amante



Por un momento estuve a punto
de quitarme este performance
mi antifaz de éxito y estabilidad
para decirte que me siento pequeño
en la dulce pequeñez de tu cuerpo
que a veces siento miedo
y no puedo dormir
sin la luz encendida.

Pero ahora veo claramente
ahí están mis hijos, mi mujer y mi madre
ahí están mis empleados y los socios
que nunca me han visto vulnerable

Mañana tendré que despedirte.

Germán Hernández.



2/7/10

Un nuevo sentido para la palabra "evangelizar"





¿Qué significado pueden tener palabras como “evangelizar”, “misionero” en la mente de personas que no son cristianas? ¿Qué puede existir en la mente de los “evangelizadores” y “misioneros” respecto de las personas que no conocen su “evangelio”?

Para responder más o menos a estas interrogantes, es preciso tener en cuenta no sólo el contenido ideal del “evangelio” también debe tenerse en cuenta cómo históricamente se ha “evangelizado” y cómo ha llegado ese evangelio hasta otras culturas. Quizás entonces podríamos comprender con un poco de humildad por qué la palabra “cristianismo” produce tanto terror y quizás podríamos pensar de manera muy precaria en el contenido y la aplicación que el “evangelio” desea transmitir.

Cuando el cristianismo apenas comenzaba hace dos mil años, la experiencia evangelizadora era muy distinta a lo que fue posteriormente. En un principio, el cristianismo era una religión sin centro geográfico, brotaba sutilmente a lo largo de las rutas de navegación alrededor del Mediterráneo del siglo primero y así tuvo que convivir minoritariamente durante siglos junto a otras tradiciones.

Estas pequeñas comunidades cristianas para prevalecer y mantenerse se volvieron muy cohesionadas, mucho antes de las persecuciones en Roma fueron relativamente tolerados por las otras comunidades. Más tarde, cuando el Cristianismo pasó a ser la religión oficial del Imperio Romano, las cosas cambiaron mucho y cada pueblo conquistado no solo debía ahora tributar a Roma, si no también adorar a su Dios.

A partir de entonces, la evangelización fue parte sustantiva de todo expansionismo en occidente, había que salvar almas, y ese era el objetivo literal, las almas, pues los cuerpos, podrían ser escarnecidos de manera indescriptible, en el proceso de la evangelización fue muy evidente ese dualismo entre la carne y el espíritu, salvar almas era el imperativo, aunque hubiese que destruir la carne.

A lo largo de los siglos de expansión colonial de occidente, las misiones siempre acompañaron a los conquistadores, fuera en Asia, en América ó África, las buenas noticias del evangelio, contrastaban con la temible espada del invasor y su sed inagotable de riquezas y poder.

La suma de los siglos y de los hechos, han por si solos creado una enorme barrera entre los cristianos y los musulmanes, budistas, hinduistas, etc. No sería la primera vez ni la última que un gran representante de esas culturas (Gandhi fue uno de ellos) pusiera en entre dicho ese abismal contraste entre ese Evangelio lleno de amor y la muerte que sembraban sus creyentes.

La imagen que el misionero tenía de los no creyentes era funesta: pueblos salvajes, ignorantes, adoradores del demonio, para los no creyentes, esta perspectiva del misionero provocaba perplejidad ¿Cómo es posible llamar demonios a los dioses que nos dieron la tierra y la sustentaron por generaciones? ¿Qué novedad puede tener ese evangelio, si todo lo que anuncia ya se sabía desde tiempos innombrables: no robar, no matar, no mentir, no hacer a otros el mal que no queremos para nosotros mismos?

Pero cuando las cruces venían acompañadas de espadas, de la perplejidad se pasaba a la actitud defensiva y combativa, los que predican el evangelio querían el oro, las cosechas y el sexo de las mujeres, el músculo y el trabajo esclavo de los hombres, derribaban templos y quemaban libros sagrados. Ante la actitud defensiva y combativa de unos, la respuesta del conquistador y el misionero era el exterminio.

Para el misionero su obra era una guerra contra Satanás, ganar almas, aunque se perdieran vidas, las creencias y tradiciones de los pueblos no cristianos eran vistas con desprecio.

Esa visión no ha cambiado mucho hasta nuestros días, inclusive, decir “no cristianos” es una manera sutil de negar la identidad del otro; el "otro" es alguien y “es” y no se define por lo que "no es”. "El otro es": musulmán, maya, quechua, taoísta, etc.

A los pueblos que no fueron exterminados y que fueron sometidos finalmente les llevó siglos poder asimilar ese “evangelio” que implicaba también una nueva lengua, un nuevo rey y un nuevo Dios, pero eso sí, dicha asimilación no fue pasiva y sin duda, ese evangelio ganó mucho (se admita o no) con toda la riqueza y tradición de los pueblos sometidos. La manera en que se experimenta el cristianismo en diversos lugares del mundo, puede tener una base magisterial común, pero una vivencia cultural y vivencialmente distinta.

Pero a los pueblos que no fueron sometidos las cruzadas todavía están ahí, quizás de manera más sutil y estilizada, el mismo desprecio de siglos atrás por sus tradiciones y creencias está ahí presente (no olvidemos que hace menos de 4 años cuando unos caricaturistas daneses en nombre de la libertad de expresión publicaron toda una serie de caricaturas ridiculizando a Mahoma, el Corán y el mundo musulmán) cada vez que los hombres de occidente vienen con sus cruces vuelve la perplejidad y el recelo, el expansionismo que viene de occidente se presenta como portador de la única verdad y por lo tanto no deja nada en pie.

Igualmente temible es para un niño occidental la imagen estereotipada del “terrorista talibán”, asesino y sin escrúpulos, como lo es para un niño musulmán la imagen del “marine”. En todo caso se trata de la expresión más simplista, sin fondo y sin contenido, pero más real y concreta en los pueblos que hoy viven la ocupación de fuerzas extranjeras y también la “fe” de los extranjeros.

A todo esto cabe preguntarse sobre aquel mandado que los evangelistas pusieron en boca de Jesús: Id por todo el mundo y predicar el evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado, será salvo; más el que no creyere, será condenado. Marcos 16, 15 al 16.

Una lectura literal de este pasaje (casi apócrifo y añadido posteriormente al texto original de Marcos) resulta inadmisible para cualquier comunidad no cristiana, es su negación absoluta. Y así ha sido leído, interpretado y predicado históricamente por los misioneros.

¿Qué significado puede tener entonces “evangelizar” es decir, dar buenas noticias, la promesa de un reino de Dios en la tierra para todos los excluidos, para los que están en tinieblas, para los que tienen hambre y sed de justicia, que no indique: que son un montón de idólatras, adoradores del Diablo, ignorantes, pecadores, salvajes, bárbaros, etc.?

¿Evangelizar es acaso conciliar los puntos en común que por diversos caminos han sido revelados a otras tradiciones que no son cristianas?

¿Evangelizar es un asunto de salvar almas ó vidas?

Quizás sobre esto último habrá un gran debate, habrán quienes piensen que salvar almas ó vidas no es excluyente y sustituirían la “ó” por un y, incluso cabe que existan quienes ni siquiera distingan entre una cosa y otra.

Pero las almas son intangibles, abstractas, etéreas, puras… tienen tan poco peso que casi no existen, quizás ni tengan existencia, quizás esa existencia sea únicamente posible en los sujetos concretos, para decirlo de otra manera, más vernácula, la vida que conocemos, que experimentamos cotidianamente es en “cuerpo y alma” no conocemos otra manera de experimentarlo. No podemos desprender la corporeidad de la vida; salvar la vida implica salvar la corporeidad donde tiene lugar la conciencia, eso que llamamos alma.

Pero salvar la vida, es decir, rescatarla de la muerte, implica hacerla sustentable, posible plenamente.

Dar buenas noticias, o sea “evangelizar, implica salvar la vida concreta, hacerla factible, plena, ofrecerle todos los espacios para su potenciación y no limitarla a una noción abstracta.

Bautizar es precisamente hacer viable la vida, no tiene nada que ver con el rito del chapuzón en el agua, no basta conocer las buenas noticias, si no se experimenta plenamente la oportunidad de transformar la realidad, de construir el reino de Dios de la manera en que este se ha manifestado a cada cultura, en cada momento de la historia.

Y esto necesariamente implica una postura insospechada, resulta ahora que quien evangeliza, obligatoriamente debe dejarse evangelizar, por que "el otro" no es un ser ausente de mi evangelio, sino quien lo completa, lo nutre con el suyo y no nos referimos a la construcción de una verdad universal como suma de muchas partes, porque la realidad cósmica no es un rompecabezas, ni en él existe un orden en el sentido occidental.

Cada vez que queremos organizar el cosmos según nuestro sentido de “orden” lo desordenamos, cada vez que queremos organizar el “caos” lo hacemos más caótico, pero lo que quiero decir es que cada vez que queremos homogenizar la realidad, morimos aplastados por ella, negamos la inmensa riqueza de la creación infinita sustituyéndola por nuestras reglas finitas. Negamos la inmensidad del misterio por nuestras minúsculas verdades.

Así que el imperativo del evangelista no es convertir a los idólatras, a los ignorantes, a los bárbaros y a los adoradores del diablo en cristianos, sino más bien la de compartir una promesa llena de posibilidades infinitas de convivencia, donde el bautismo es la comunión con la vida en todas sus infinitas potencialidades y variedades y la condenación es la negación de esa infinitud, se condena el que no es capaz de entender al otro, se condena el que no es capaz de salvar la vida concreta del otro, el que no capaz de encontrar el evangelio en los otros.


Germán Hernández.


24/6/10

Relatos Paganos - Luis Antonio Bedoya





Este año, la Editorial EUNED, publicó el libro de Luis Antonio Bedoya "Cuentos Paganos". Compuesto por seis relatos, este trabajo nos brinda una oportunidad para referirnos nuevamente al Cuento y algunas cuestiones formales que consideramos de importancia y que en la narrativa costarricense todavía cosideramos mayoritariamente ausentes.

En el estilo de Bedoya encontramos varios abusos en la adjetivación que llega a ser rimbombante, la reiteración abusiva de detalles argumentales obvios y extenuantes descripciones que muchas veces se desgajan del texto y su hilo central, es decir, sentimos una prosa recargada y cuentos sobreedificados.

Pero hablemos como nos gusta de cada uno de ellos.

Los Ladrones. El más breve de todo el conjunto nos traslada al mundo clásico helenístico, un evento casi azaroso determina el destino de los protagonistas, una narración donde la acción casi se ha detenido y logra recrear muy bien el ambiente y la época. En este relato el particular estilo de Bedoya cuaja perfectamente con la atmósfera y la situación. Al final del relato nos encontramos con un detalle simpático que se repetirá al final de cada cuento, el autor como si quisiera mantener el control sobre sus textos todavía después de que el lector los ha acabado de leer, agrega:

“Fin de los Ladrones”

Es simpático, por que donde termina el texto escrito comienza la lectura, la exploración por parte del lector, donde la circularidad del texto se completa, pero no acaba. Quizás les parezca abusivo de mi parte afirmar esto, pero es algo que veremos en otros relatos.

Los Pobres. Más como un juego de espejos: había una vez un hombre que miraba su reflejo en un espejo donde un hombre miraba su reflejo en un espejo que reflejaba a un hombre mirando su reflejo en un espejo que… desconcierta la manera en que este se inserta en otro relato, donde al fin de una reunión familiar (donde el autor nos da algunos detalles inútiles sobre algunos parientes que no tendrán nada que aportar en el relato en sí) es el hijo a su padre quien cuenta un cuento, y es el padre quien antes de terminar el relato duerme, singular inversión de sentido. Pero eso solo es sustrato para el cuento en sí, donde empezamos a notar que a Bedoya le resulta difícil construir personajes y más bien describe arquetipos, una ciudad: “la ciudad”, un soldado: “el soldado”, una prostituta: “la prostituta”, un adicto: “el adicto”, etc.; además, el texto se vuelve completamente alegórico, en ese sentido no hace falta mucha perspicacia para saber lo que sigue, y comprender que se trata de un juego de espejos como dijimos antes y que la solución de un soldado es siempre demasiado obvia.

Los Filósofos. Un texto muy extenso como los que le continuarán, y donde se nota más la dificultad de Bedoya para construir personajes singulares, donde se mezcla lo alegórico con lo anecdótico. Igualmente nos preocupa el manejo de algunos símbolos y referencias que resultan confusas, pongamos tres ejemplos: Al inicio del relato los ocho encapuchados que retienen al truhán “hablan en lenguas”, esta expresión es muy popular, hace referencia directa a las ceremonias de muchos cultos protestantes donde las personas que “hablan lenguas” se supone que hablan lenguas angelicales, etc., se le suele llamar glosolalia, pero no es a lo que se refiere Bedoya, más parece que quiso decir que los encapuchados hablaban un lenguaje desconocido para el truhán, pero hace uso de una expresión que habitualmente se refiere a otra cosa. Otro ejemplo es la mención de un “dildo de oro” que resulta absolutamente extraña y que el lector perspicaz se pregunta: ¿Por qué una verga de oro? Y que al final del relato parece capricho del autor y nada más. Y un ejemplo más y quizás el más importante, “el águila” que si bien tiene una función específica en el relato, por ese recurso alegórico al que Bedoya le gusta recurrir se vuelve ambiguo, pues el protagonista es portador del “águila” y al mismo tiempo es el guerrillero insurrecto... ¿Lo captamos? El “águila” se asocia en el imaginario popular al Imperio. Estos lunares afectan a un relato que al final no convence, y donde ya es visible la preferencia del autor por una adjetivación rimbombante y abusiva, un ejemplo de algunos de sus adjetivos favoritos es: rutilante y argentado.

El Castillo. Aquí Bedoya estuvo a punto de ofrecernos un texto hermoso sobre la iniciación de la sexualidad y la pérdida de la inocencia, pero se perdió en detalles extenuantes y accesorios, la actitud de hastío del preadolescente que protagoniza el cuento es exagerada, la descripción de la maestra resulta caricaturesca y la casi página completa para describir el carácter de su compinche César es insustancial, dice poco o nada sobre el personaje. En este relato, ya vemos que es característico de Bedoya recurrir a descripciones más bien estereotipadas y arquetípicas, nos identificamos con los personajes por su generalidad, pero no por su singularidad, sus personajes no se sienten reales, y cuando está a punto de lograrlo, sentimos la insistencia del autor por explicarlo todo, describirlo todo sin sugerir ni aplicar muchos de los recursos que un buen cuento requiere: contención, sutileza, suspenso.

En El Castillo, una nota alta la tiene el breve pero delicioso diálogo entre el protagonista y la niña, lástima que Bedoya, con su actitud narrativa explícita, se desborda como es el caso con las dos descripciones del Castillo, donde la segunda es lamentable, porque sustituye el asombro infantil del protagonista recorriéndolo por una descripción académica y rigurosa que le interesa más a un arquitecto, porque la narración en primera persona se confunde con la del autor, con la del protagonista adulto y con la del protagonista niño, abigarrada de juicios de valor innecesarios. Nuevamente un texto que no convence, que se pierde presisamente por exceso.

La Granja. Un texto para leer con mucho cuidado, pero otra vez el autor echa a perder, quizás el mejor cuento de todos, porque lo que pudo ser un rito de iniciación, a la manera de “La infancia de un Jefe” de Sartre ó “Las Buenas Conciencias” de Fuentes, se enreda en la falta de contención del autor que nuevamente nos receta infinidad de detalles que en lugar de resaltar la anécdota le restan verosimilitud; sentimos un “deja vu” en el protagonista de 6 años y el protagonista de El Castillo, por personalidad: todo les da asco y ganas de vomitar; es más sencillo que los niños de papi fueran a aprender el oficio de cuidar la granja que ir a trabajar propiamente los fines de semana, y es curiosa la referencia a la gente del pueblo, la cantina, y sus borracheras, cuando el único tomado en todo el relato es el padre del protagonista, así que nos encontramos con un texto que por querer aglutinar muchas escenas termina disparando sin ton ni son en muchas direcciones.

El Amor de Yu. Lo que comienza como un relato infantil, se indefine y llega casi a la mitad a un nudo argumental más coherente con un final muy obvio. La insistencia de Bedoya por explicitar todo, lo hace abusar de un detalle que sutilmente presentado hubiera sido más eficaz y es el de la incapacidad de comunicación entre los protagonistas, pero lamentablemente Bedoya no hace más que decir página a página lo que ya sabemos, que Yu no habla ni comprende español, pero él insiste, e insiste además con una expresión que se vuelve estribillo: hablaban "jerga", otra pifia, porque comúnmente la palabra jerga se refiere más a un lenguaje secreto como el lunfardo, o un lenguaje diferenciado entre grupos.

Los mismos problemas que en otros textos encontramos aquí, esa ambición aglutinadora por llenarlo todo de detalles que se vuelven accesorios y sin peso: ¿qué papel jugaban aquellas ranitas que Yu miraba entre las plantas? ¿Qué pasó con el dragón de madera? ¿Acaso solo eran tópicos bonitos dentro del texto sin ninguna otra función?.

Cuando decimos que el cuento es el más arduo de los géneros literarios, lo decimos en serio. El cuento es un género donde lo que no es fundamental sobra, donde la pericia del autor está precisamente en componer un universo cerrado en pocos trazos. A muchos buenos narradores nacionales se les olvida eso y caen en esos errores.

Pero rescatamos algo importante, Bedoya escribe bien, sus defectos son por exceso y no por carencia, conviene tener en mente a los viejos maestros: Maupassant, Quiroga y Salazar Herrera.

Recomiendo también la reseña que hiciera el compañero poeta Gustavo Solórzano a propósito del trabajo de Bedoya dando click aquí.

Germán Hernández


14/6/10

Soledades

La Vaca Milagros, Rodolfo Stanley.



"Era del año la estación florida,
en que el mentido robador de Europa
(media luna las armas de su frente
y el sol todos los rayos de su pelo),
luciente honor del cielo,
en campos de zafiro pace estrellas"
Luis de Góngora.


La vara es metiendo la vaca en la microbús rápidamente, ¿Me entiende?, la empuja por atrás y le jala el rabo suavecito, ellas saben, usté abre la puerta de atrás y entran duntitas, como si lo hubieran hecho mil veces. Pero mae, no se ponga a getiar, ni se quede mirando su dulce mirada, ni el brillo sonámbulo de sus ojos bajo la luna, porque no vinimos por ella, vinimos por su carne, vea la jugada y después no se queje, yo le dije que viniera armado, porque usté no sabe como son los maiceros de aquí, es como quitarles a una hija, por eso la vara del taxi no nos funcionó la otra vez, que va mae, ellas saben subir al carro, la viera usté como se acomodó la bandida para el gran paseo de su vida, pero el hijueputa hiunday comenzó a calentar y hasta se oía donde pegaban las llantas de atrás en los guardabarros, nada que ver mae, y el bañazo fue cuando la vaca asomaba la jupa por la ventana, había que verla, rumiando sueños cuando el aire acariciaba su rostro y las estrellas se reflejaban en sus ojos enormes y oscuros, por eso se me ocurrió la vara del microbús, porque así no hay color, no hay que descuartizarla en medio potrero, ni hay que llevarla a pasear; la jugada es subiéndola y todo pasa aquí dentro, nadie ve nada, nadie sabe nada, nada más maneje y yo la subo, pero apague las luces güevón, ¿no ve que nos van a ver? Suave, así, oríllese más, espéreme, espéreme mae, si ve algo no haga nada, si oye algo quédese quedito, nada más espéreme güevón, ¿Por qué no vino armado?, mire, ¿La vió? Una 35 automática, espéreme, esta vara es como antes, como robarse a una novia, hay que llegar de noche y una güila viene corriendo entre los breñales y los potreros, descalza y llorando por todo lo que deja atrás, pero algo la empuja hacia algo que no conoce y el orgullo de no querer equivocarse le dice que nunca más mirará hacia atrás, ¡gesa!,¡ gesa! ábrame la vara, de todas las vacas que habían, mae, gorditas y brillantes como diamantes en el potrero mae, la única que se vino detrás de mí fue esta, las otras meditaban y sonreían, la otra se vino llena de promesas, se vino nada más y vea que belleza más triste la de sus ubres entumecidas, pero ayúdeme a subirla, pucha si son grandes, yo pensé que iba a caber bien, vea que no despiche la micrubús más de lo que ya está, por que el mae que me la prestó no va a creer lo que va a pasar esta noche, pucha, ¿Usté guardó los tornillos y todo cuando le quitamos los asientos? Vea mae, es enserio, porque este mae el lunes tiene que ir a repartir y recoger carajillos de escuela en esta madre, es un microbús escolar… nadie sabe para quién trabaja… jajaja, mae, si ese mae supiera, mejor arranque ya, mae apúrese, porque esas luces que disparan erráticas hacia nada son los focos de esos avaros que se entumecen en la vigilia, que ruegan a sus ánimas y vienen tras nosotros, parece que estos maiceros no duermen cuidando a sus vacas, pero soque mae, ¿Qué fue eso?,¡Puta!, mae cállela, puta que no muja, que no grite, póngale las manos sobre los ojos, eso, sí, ¿Ya la vió?, es como una caricia, así comenzará a olvidar, a buscar entre usted y las curvas de la carretera algo de donde sostenerse, algo que compense la sombra que cada mediodía la lleva hasta los bebederos y las peñas donde mira las puestas de sol, pero mae no la acaricie mucho, tampoco es que se va a casar con ella; yo sabía que se iba a cagar, yo sabía, que sal, mae, nada que ver, mae abra las ventanas, como el viejo dicho, si no la cagan a la entrada lo hacen a la salida, mala nota, y esta vino a cagarse a la entrada, diay mae, pare, pare, suave, empúje la vara con las patas, suave no la maltrate, vea mae que estos animales son asesinados cuando están felices y tontos, generosamente bañados de rocío, mascando flores y sonriendo, no me la estrese… por que la Luna es buena y el carnicero no la va a recibir si no tiene los dientes llenos de su baba tibia y brillante como el relente, busque el cuchillo mae, yo no sé, ¿donde lo puso? Búsquelo, búsquelo, puta, ¿Pero que le pasa a esta vaca? No la deje que cabecee, agarre el cuchillo, en el cuello, mae, puta, me suena el celular… dele, en el cuello, dele, quién me llama, mae cuidado con el techo, cuidado, mierda, mierda, que no golpee el techo, mae, vea, vea, no me sirve mae, no vale la pena, tanto riesgo, tanta vara, no vale la pena, no sirve, ¿Veinticinco rojos? No vale la pena, mae, ella lo sabe también, ella tiene un hilo de saliva merodeando su hocico lleno de besos, un enjambre de tórsalos vibrando de miedo bajo su piel, manchas negras y blancas, ella siente su miedo y sus ganas de llegar, pero no lo sabe y por eso también me mira con su sonrisa eterna, sus pezuñas apenas majan el suelo de la microbús, sus cuernos apenas rasgaron el techo para que una línea de leche se asome, mae, déjese de varas y pásele el cuchillo, ahí, en el cuello, mae este calor me va a matar, este viento no refresca, mae, puta, ¿Qué fue eso? Mae, vea como brinca, ¿Mae, usté no sabe como meterle el cuchillo en el cuello a alguien? Pero este infestífero chorro de luz es sangre, mae ayúdeme, no deja de gritar, no deja de gemir, ella está sufriendo y no sé cómo detenerla, mañana no sé cómo vamos a sacarle los golpes a la carrocería de este carro, vea las huellas dibujadas en las paredes, mae, hay sacarla en tajadas de aquí, pero dele con ganas, métale el cuchillo con ganas, es que no puedo detenerla, se mezcla con su mierda y huele a miel, ella no quiere morir, mae dele, duele, dele, mae vea cómo va a dejarme la microbús, vea como es la vara, ahora usté va a ver, ¿Mae cómo le va a disparar aquí? Manda güevo, ¿Cómo no? Ve mae, gorda y flácida y dormida para siempre, vé mae que las cosas complicadas tienen una solución simple, ¿Ya la vio mae? Si parece que está durmiendo… se siente toda tibia como si respirara, apúrese, pero tenga cuidado con la panza, un mal cálculo y perforás la bilis y todo se echará a perder y nada sería tan amargo para ella, que supo ser dulce y hacer florecer tanta azúcar en vientre, tanta luz de su piel necesaria y vibrante, la frágil fortaleza de sus pezuñas musgosas, dedíquele un segundo de solemnidad a su lengua colgante, a la rigidez de sus orejas, pero manda güevo, mejor pare y venga ayudarme, este animal pesa una tonelada…

Por Germán Hernández